ISBN: 978-987-1155-80-4
Páginas: 376
Hace ya algunos años, el Instituto Nacional del Teatro publicaba un Manual de Ejercicios Teatrales de Jorge Holovatuck, destinado a los profesores de actuación. Dicho libro, se pensó y se pensó correctamente, debía ayudarlos en la programación y en la ordenación de sus clases.
En aquella oportunidad se me ofreció gentilmente la posibilidad de prologarlo, y dije, refiriéndome a la preparación del autor, que era necesario conocer en profundidad la teoría teatral, la pedagogía del actor, para estar en condiciones de redactar un manual. Los resúmenes de cualquier cosa -si efectivamente lo son- presuponen un conocimiento real del tema. Y tal era el caso de aquel manual. En caso contrario en vez de ser manuales devienen recetarios o simplificaciones.
Sin embargo, preciso es decir que muchas veces los manuales sirven para resolver el problema de los profesores rutinarios: un manual te permite repetirte, programar seguramente siempre lo mismo y, finalemente, quedarse en ellos: de ordenadores de una práctica cada vez más rica pasan a ser el sumun de los conocimientos. Y en este caso dejan de cumplir rol pedagógico para convertirse en algo cercano a la rutina y a la práctica formal y exterior. Quizás la rutina sirve en otros aprendizajes, pero en el arte, difinitivamente no.
Fragmento del prólogo de Raúl Serrano
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ISBN: 978-987-1155-80-4
Páginas: 376
Hace ya algunos años, el Instituto Nacional del Teatro publicaba un Manual de Ejercicios Teatrales de Jorge Holovatuck, destinado a los profesores de actuación. Dicho libro, se pensó y se pensó correctamente, debía ayudarlos en la programación y en la ordenación de sus clases.
En aquella oportunidad se me ofreció gentilmente la posibilidad de prologarlo, y dije, refiriéndome a la preparación del autor, que era necesario conocer en profundidad la teoría teatral, la pedagogía del actor, para estar en condiciones de redactar un manual. Los resúmenes de cualquier cosa -si efectivamente lo son- presuponen un conocimiento real del tema. Y tal era el caso de aquel manual. En caso contrario en vez de ser manuales devienen recetarios o simplificaciones.
Sin embargo, preciso es decir que muchas veces los manuales sirven para resolver el problema de los profesores rutinarios: un manual te permite repetirte, programar seguramente siempre lo mismo y, finalemente, quedarse en ellos: de ordenadores de una práctica cada vez más rica pasan a ser el sumun de los conocimientos. Y en este caso dejan de cumplir rol pedagógico para convertirse en algo cercano a la rutina y a la práctica formal y exterior. Quizás la rutina sirve en otros aprendizajes, pero en el arte, difinitivamente no.
Fragmento del prólogo de Raúl Serrano